La relic de Joe Strummer: lo estás haciendo mal.

Cualquiera que haya asomado un poco la cabeza al mundo de las guitarras se habrá dado cuenta de que es un campo abonado para el esnobismo. Una guitarra es un objeto difícil de evaluar. Influyen sensaciones tan personales como el sonido, el tacto, la estética. Así que la “batalla” entre los que defienden una guitarra y los que defienden otra similar pero-no-exactamente-igual será siempre eterna.

De todas las manías, obsesiones, modas y fetiches al respecto, la más lamentable de todas es la de las guitarras relic. ¿Qué es una guitarra relic? Es la versión guitarrera de esos vaqueros que te venden ya desgastados o rotos. Hay varias maneras de conseguir ese desgaste en una guitarra. El modo original es el de comprarte una guitarra, pasarte 30 años tocando con ella por bares y garitos y no preocuparte demasiado de su estado. Es decir, usarla y ser un poco descuidado.

Por supuesto, ese método no le sirve a la mayoría, que quieren lucir hechuras de bluesman endurecido por el polvo de los caminos, pero sin tener que sufrirlo. Porque oigan, en los caminos hay mucho polvo. Y va fatal para el cutis y, además, recorrer los caminos está muy bien, pero a las 8 hay que darle el biberón al crío y mañana a las 10 de la mañana tiene que estar el informe de ventas en la mesa del jefe.

Así que te quedan tres opciones. Comprarte una guitarra y acelerar el proceso de degradación, a base de líquidos, lijados y golpes. Comprártela de modo que ya lo traiga hecho de origen. O, -y esta es la opción capullo cum laude-, llevarla a un luthier a que te haga el trabajo. Lamento no tener el enlace a mano, pero juro que hay un tío en EEUU que se aviene a hacerte el trabajo de joder tu guitarra – muy profesionalmente – por la módica cantidad de 1000 dólares. Por supuesto, todo va en proporción, así que sería absurdo gastarte 200 dólares en una guitarra medianilla y sin caché para luego invertir otros 1000 en “relicarla”. Así que los que le mandan las guitarras a este tío se habrán gastado, como poco, otros 1000 en comprar la guitarra.

A mí, sinceramente, me parece que esto simboliza algo. Uno vive en un sistema, con sus ventajas e inconvenientes. Y ese sistema, sea cual sea, genera basura, consecuencias inesperadas. Para mí, gastarse 1000 dólares en una guitarra y luego largarle otros 1000 a un tío para estropearla es “basura de nuestro sistema”. Decadencia pura. Propio de sociedad obesa, aburrida y con más dinero que inteligencia.

Y entonces llega Fender. Y saca una edición relic de la Telecaster que solía usar el añorado Joe Strummer. Es decir, de ésta que podéis ver en la foto.

Y sí, estaba hecha un asco. Strummer se la compró en los 70, por 100 libras, dinero que había obtenido por casarse con una inmigrante que quería los papeles. A partir de ahí vinieron cambios de color (no de la inmigrante ni de Strummer, de la guitarra), rasponazos, golpes, pegatinas que se fueron sucediendo unas a otras, y unos 30 años de vida “en la carretera”. Y en 2008, con Joe Strummer fallecido entonces hacía 6 años, Fender pone a la venta este modelo.

Con los rasponazos copiados, pegatinas incluidas para que se las vayas poniendo a tu gusto y, eso sí, una buena maleta incluida en el precio. (¡Eh, no queremos que esa maravilla se estropee!) La sacaron a un precio que sobrepasaba los 1000 dólares, lo cual es un precio bastante alto para una Fender Mexicana. Y no triunfó demasiado, lo cual es esperanzador. Por lo visto ha ido bajando un poco de precio en estos dos años, pero en Thomann aún aguanta a la venta por 732 euros. El problema es que, puestos a comprarte una Telecaster Mexicana, lo que los expertos recomiendan es que te vayas a por la Telecaster Baja. Que tiene un circuito de pastillas que amplía bastante las posibilidades de la guitarra, que suena como tiene que sonar y que cuesta – oh vaya – 180 euros menos. Eso sí, si te compras la Baja no te las podrás dar de superfan de The Clash (o de bluesman cazalloso) porque, maldita sea, viene nuevecita y preciosa, la muy canalla.

No me gusta hablar por los muertos. Pero francamente, no creo que Joe Strummer le viese mucho sentido a esto. Quizá habría cogido la pasta, no lo sé, para gastarla en juergas, o en alguna iniciativa solidaria que se le ocurriese. (Desde luego, ya se ve que en guitarras no lo gastaría). Pero no creo que le hubiese gustado la idea. El punk trajo la filosofía del “háztelo tú mismo”, del no tener ídolos, del desconfiar de las grandes empresas y de los gobiernos. Desde ese punto de vista, pagar más por una guitarra que una multinacional te estropea para que sea clavada a la de tu ídolo, es menos punk que Shirley Temple bailando en una boda real.

Esta relic de Joe Strummer me recuerda a esa escena de La vida de Brian en que los conversos siguen a Brian hasta su casa. Cuando Brian abre la ventana, desnudo, se encuentra a un montón de gente esperando sus palabras. Y Brian les dice “No tenéis que seguir a nadie”. Y todos responden a coro “¡No, no seguiremos a nadie!”. Brian insiste: “¡Tenéis que pensar por vosotros mismos!” Y la multitud dice “¡Pensaremos por nosotros mismos!”…

Para terminar, para todos vosotros, y para que no todo en esta entrada sea malo y deprimente, Joe Strummer, con su mierda de Telecaster, tocando la preciosa “Coma Girl”. Disfrutad.