A las «Julias Reis», buena suerte

(En un hecho insólito en este blog, y que no deberíais esperar que se repita, va a haber dos posts en el mismo día.)

Hace no mucho hablaba con una amiga de las «espinitas». «Espinita» definida como esa persona del sexo opuesto que te gustó, o más que eso, y con quien finalmente no tuviste nada. Seguro que cada cual tiene un par de ellas, al menos. La conversación me llevó a acordarme de una de las mías. Con la que no hubo nada, porque quizá no había posibilidad, da lo mismo. 

En uno de esos gestos  quijotescos que me caracterizan a veces, tomé una sabia decisión. Tras una cita muy light para tomar algo y un par de sms cruzados, borré su número.  Si no llamaba, fin de la historia. Hice bien, porque, efectivamente, no llamó. Y me libré de ser «el pesado» en el recuerdo de alguien.

Y no he vuelto a saber de ella. Lo cual, en gran parte, es un alivio, por eso de no estar viendo delante de ti el pastel y sin poder morder. Pero pasado un tiempo, me ha asaltado el deseo de vez en cuando, de saber qué tal le irá. Porque el tito Seft, que cuando se pone Quijote, se pone, tampoco quiso rascar muchos más datos. Y me queda un nombre de pila y un par de detalles muy poco relevantes a la hora de saber de ella de nuevo.

Saber de ella… ¿para qué? No tengo ni idea. No triunfé entonces, menos voy a triunfar ahora, no va por ahí. Pero era la clase de persona a la que uno espera que le vayan bien las cosas. A la que… sería justo que le fuesen bien las cosas. Y me gustaría saber, unos años después, que ha sido así.

Ayer pregunté a una compañera de trabajo,  a ver si sabía algo de esta chica, con los pocos datos que tengo. Lo hice porque intuyo que se han podido mover en círculos parecidos. Me dijo que preguntaría a alguien. No sé si ha sido una tontería intentar indagar, probablemente sí. Pero es lo que tiene ser yo. Hago tonterías a veces.

Y quizá por esto,  la canción Julia Reis, de Loquillo, una canción sobre un poema de José Mateos, tiene bastante más pegada y sentido de lo habitual, estos días.

 

Julia Reis

Yo conocí tu época dorada,

aquellos años de estudiante en Cádiz,

cuando tú frecuentabas los suburbios

peores, los bares más inhóspitos.

Entonces era fácil encontrarte

en las sesiones últimas de cine,

bajo cualquier portal o en el asiento

trasero de algún coche abandonado.

Y también te recuerdo, sobre todo,

momentos antes de empezar la fiesta,

de pie y muy morena preparando

inexplicables cócteles, martinis

Mis amigos sabían ya del turbio,

inextinguible fuego de tus labios,

y yo no supe hablarte o no lo hice

esperando quizás mejor momento.

Y me arrepiento ahora, Julia Reis,

tierno amor sin amparo, fácil presa

del los perdidos barcos de la noche.

                                          (José Mateos)

A las Julias Reis, buena suerte con lo que sea que andéis haciendo ahora.