La Puerta del Cielo, un hermoso desastre.

La puerta del cielo, de Michael Cimino, será recordada por el tremendo fiasco económico que supuso su rodaje. Rodada en 1980, con un presupuesto inicial de 7,5 millones de dólares, que se alargó hasta los 30 millones, hundió la reputación del director, costó el puesto a varios directivos de la United Artists y finalmente acabó con el propio estudio.

El estudio superó la aversión de la época a las películas del Oeste, y aceptó rodar esta historia, basada lejanamente en unos hechos reales. Un grave conflicto que enfrentó a los grandes ganaderos con los pequeños, en Wyoming, a finales del XIX. La asociación de grandes ganaderos contrató a cincuenta asesinos a sueldo, para, (a un precio de 5 dólares por día, más 50 dólares por ganadero eliminado) invadir el Condado de Johnson y eliminar a quienes ellos consideraban “ladrones de ganado”.

Volviendo al rodaje, dicen que los accidentes de avión nunca ocurren por un solo motivo. Han de darse a la vez varios fallos para que uno de esos aparatos se vaya al suelo. Con una catástrofe de las dimensiones de La puerta del cielo, se podría decir lo mismo.

Y todo empieza con una deserción en masa. La de varios ejecutivos de United Artists, que fueron contratados por Orion. Eso provocó que dentro de UA, varios empleados más jóvenes y de menor nivel ascendieran para ocupar las vacantes. Eran los años setenta, y el auge de directores-autores, como Coppola, Scorssesse, Spielberg o George Lucas (a su manera), habían marcado la tendencia de los últimos años.

Así las cosas, a los nuevos directivos de UA les había parecido una buena idea hacerse con Michael Cimino, que venía de ganar 5 oscars con su primera película: El Cazador, entre ellos los de mejor director y mejor película.

Una semana después de la ceremonia de los oscars, Cimino comenzaba el rodaje de La Puerta del Cielo. Puede que las drogas tuviesen algo que ver – hay quien califica el rodaje como una tormenta de nieve – y puede que designar a Joan Carelli como productora fuese también un error, dado que era la novia de Cimino. Sea como fuere, la conjunción de astros se dio y no fue propicia. Cuentan las malas lenguas que cuando llevaban 6 días rodaje ya llevaban 5 días de retraso sobre el plan. Y eso fue sólo el principio.

Después vinieron las malas decisiones, la obsesión por los detalles en la ambientación y un director que no aceptaba consejos. Por ejemplo, en cierto momento consideró que la calle que habían construído para la película no era suficientemente ancha. Indicó a los técnicos de decorados que había que tirar a bajo los dos lados de la calle, y volver a construir cada uno, unos 3 metros más atrás. Un técnico le indicó que lo lógico era tirar sólo uno y desplazarlo 6 metros,  dejando el otro lado de la calle donde estaba. Cimino se negó, y la factura de esa decisión ascendió a 500.000 dólares. Suma y sigue.

Tras terminar el rodaje, con 6 meses de retraso y 20 millones por encima de lo presupuestado, Cimino quiso rodar un prólogo y un epílogo. Para el prólogo necesitaba rodar en Harvard, pero no consiguió el permiso de las autoridades académicas, permiso que también le negaron en Yale. Así que pensó… ¿y por qué no Oxford?. Y, por increíble que parezca, el estudio aceptó. Así que trasladaron a Inglaterra el rodaje, con gran cantidad de extras contratados entre los propios estudiantes de Oxford, que se declararon en huelga dos veces en diez días. Este rodaje también requirió cortar un enorme árbol para replantarlo en el interior de uno de los patios de la universidad. Y aún quedaba el epílogo, para el que hubo que alquilar un velero, rodar durante otra semana y gastarse un millón de dólares más.

(En este video está gran parte del prólogo. Mi consejo es que veáis la película complea, lo pongo para que  sirva de aperitivo.)

A estas alturas, es de imaginar que los directivos de la UA habían cambiado ya hace tiempo la coca por la tila en vena. Tras 4 meses de edición, para sacar algo con sentido de las más de 500 horas de material rodado (no se me ha ido el dedo: quinientas), Cimino mostró a los ejecutivos una película con una duración de 5 horas y media.

El estudio, lógicamente, presionó, ya que, no sólo era absurdamente larga, sino que además, según parece, resultaba muy lenta. Y Cimino accedió a recortar el metraje. Dos meses más en la sala de edición y la película se quedó en 3 horas y 45 minutos.

Y ésta fue la película que estrenaron. Y la película que los críticos destrozaron, por considerarla, todavía, lenta y plomiza. Cimino volvió a editarla, y acabaron con una versión de 2 horas y media.

Sin embargo, ya era tarde. Las noticias del desastroso rodaje y las primeras impresiones de la crítica destruyeron toda posibilidad de éxito en taquilla. Fue un fracaso rotundo. El director de UA dimitió, así como el jefe de producción y 4 ejecutivos más. Y al poco tiempo, la UA fue vendida en su totalidad a MGM.

Desde entonces, “La puerta del cielo” aparece en las pesadillas de todo productor que afronte hacer una película. Si la Segunda Guerra Mundial provocó la creación de la ONU, para “evitar que algo así vuelva a suceder”, con menos burocracia, los estudios tomaron decisiones parecidas. Se acabó el cheque en blanco a los directores de prestigio. Y es triste tener que admitirlo, pero visto el resultado económico de La Puerta del Cielo, es difícil culparles.

Pero aún queda algo, la película. ¿Realmente es tan mala como dijeron los críticos? ¿Tan mala como para aparecer en el sexto puesto de las peores películas de la historia, según los lectores de la revista Empire?

No. Ni de lejos. Para nada. Habiendo visto la versión de dos horas y media, a uno se le queda un sabor agridulce. Desde luego, fue un error tremendo y absurdo rodarla con vistas a una edición final de más de cinco horas. La consecuencia inevitable es que, veas lo que veas, no dispones más que de la mitad de las piezas del puzzle. Ver la versión de dos horas y media es como ver los restos de un naufragio. Eso sí, de un barco precioso. El prólogo, rodado en Oxford, es una maravilla. El vals de ese prólogo (sí, con el dichoso árbol en medio) y el baile de los patines son de las mejores escenas de baile que se han hecho. Los actores cumplen con creces, la historia es interesante. La calidad técnica de la película es indiscutible.

Quizá hoy en día el planteamiento habría sido diferente. Incluso se podría haber alargado, y haber sido una estupenda serie de una temporada, como las que se hacen ahora. Así el final sería menos atropellado, se daría más desarrollo a personajes y subtramas que lo merecen, como explicar mejor el conflicto que da pie a la historia, o ahondar en la relación de Kristofferson con John Hurt. Elementos que, en la edición de 2 horas y media, quedan en el aire.

Quedo a la espera de ver las versiones más largas de esta película, al menos la de 3 horas y 45 minutos. Con sus requeridos intermedios, desde luego. Esta película acabó con un estudio (como estudio independiente) y le costó el puesto a varias personas. El mal ya está hecho, así que al menos, disfrutemos de lo que la alucinada mente de Cimino nos había preparado.

**Nota: Mucha de la información de esta entrada proviene del libro «¡Este rodaje es la guerra», escrito por Juan Tejero. Libro muy recomendable, que recoge historias de rodajes desastrosos y que se puede comprar aquí, por ejemplo. Gracias, María, por regalármelo.