Los peligros de las delicias orientales: Los hombres que caminan sobre la cola del tigre

No es que haya vuelto de cenar en un chino con ardor de estómago. Ni de ningún otro tipo de local oriental con ningún otro tipo de picor o molestia. No, hablamos de cine. Y en el cine, hay veces que hay que dosificarse, decir que no cuando sientes que ya todo te entra. Tener más cabeza que la que yo tuve, cuando ví que estaba disponible para descarga una película temprana de Kurosawa, titulada: «Los hombres que caminan sobre la cola del tigre».

Diré en mi defensa que el título mola, que el cartel mola y que a mí Kurosawa me gusta. (Y si os fijáis bien, el actor que aparece arriba, el primero de los recuadritos pequeños, se parece a Boris Izaguirre. Bueno, eso sería motivo para no verla, si acaso, pero yo ya iba envalentonado.)

Para empezar, a uno le hace sospechar que una película dure 60 minutos. Bueno, si fuera de Mifune, a Mifune le da tiempo a cargarse a 180 japos en ese rato, pero es que no sale Mifune. Y aquí os voy a destripar la película alegremente, porque es esencial para que comprendáis por qué no debéis verla.

Básicamente la película tiene 3 escenas.

1.- El antes: Un grupo de guerreros que acompañan a su jefe, disfrazados todos ellos de monjes, discuten cómo van a pasar un puesto  fronterizo. Con ellos viaja un porteador graciosete, que hace muchas muecas, y que en principio no está en el ajo. Se nos hace saber que en el puesto van a estar especialmente atentos a cazarles a ellos. (Nadie mata a nadie aquí) (20 minutos)

2.- El durante: Todos ellos llegan al puesto, donde son interrogados por Boris Izaguirre y otro tío con cara de malo. (No es malo, lo que pasa es que no es tonto). Hablan y hablan. Y debe de ser, en japonés, un diálogo ingeniosísimo. En los subtítulos no. Es una chorrada. Pero ahí se van 25 minutos. Tras un tira de afloja en plan «¿pero de verdad sois monjes?» «que sí que somos» «¿y ese lazo que lleváis?» «es el de la suprema chorriflautada zen, lo llevan todos los de nuestra orden» «osti tú, que son monjes de verdad» «si te lo he dicho, tolay» y muchas muecas del personaje gracioso, les dejan irse. Y como sabemos sumar, vemos que llevamos 45 minutos de una película de 60… y no sólo no ha palmado nadie, sino que… no ha pasado nada.

3.- El después. Aquí uno se frota las manos, porque piensa «hay espadas, es de Kurosawa, falta un cuarto de hora, aquí va a haber un ratio de destripe por minuto brutal». Y tras un par de diálogos chorras (y unas cuantas muecas más del gracioso, del cual lo único que me podría hacer gracia es que le diagnosticaran un cáncer) aparecen unos soldados del puesto fronterizo. «¡Já!»- piensas – «Aquí se lía, no les ha colado lo de los monjes, vienen a montar la de San Quintín» (la de San Quintón no, que quedan sólo 10 minutos y no cabría). Y dicen los del puesto: «Nuestro jefe quiere disculparse por haberles entretenido, y les ofrece sake como compensación.» Y claro, ya le gritas a la pantalla «Que no son monjes, ¡idiotas!, que son los que teníais que detener… ¡sacad las espadas hombre!» Y sacan… el sake. Y el prota bebe. Y bebe más. Y más. Y se coge una cogorza de cuidado. El gracioso baila. El prota canta. Todos duermen. El gracioso idiota se despierta unas horas más tarde, al lado del camino – lamentablemente, vivo – y ve que los falsos monjes se han ido.  Sin despedirse ni matarle, que falta hacía, y dejándole algo – que no se ve muy bien lo que es – como muestra de aprecio, o de agradecimiento.

¡Y SE TERMINA LA PELI!

Momento en que uno, discretamente, se pone a buscar la cámara oculta por los rincones de la habitación. Pero no, la peli es así, es exactamente eso. Aunque tiene una cierta explicación.

Esto que cuenta la película, es en realidad un episodio de un par de personajes históricos : Benkei y Yoshitsune . Os contaría la historia de ambos, pero para algo he puesto el enlace a la wikipedia. Pongamos que para los japoneses sean algo así como El Cid. Y este episodio está basado en una obra kabuki, a su vez basada en una obra Noh (drama musical japonés). Así que cuando uno está esperando que «pase algo», un japonés está viendo una historieta que ya se sabe de memoria, y le da lo mismo que pase o que no pase nada, porque él está a apreciar los matices de esta enésima versión de la historietilla de marras que ya ha oído mil quinientas veces. (Y encima en japonés).

Vamos, que no es para cualquiera de nosotros. Así lo han entendido los que hablan de ella en filmaffinity y que vienen a decir lo mismo que yo aquí. En otras palabras, y parafraseando al entrañable Gandalf…

"¡Huid, insensatos!"

La venganza es mía S.A.

Le robo el título de la entrada a Roald Dahl, al tiempo que os recomiendo leer cualquiera de sus recopilaciones de relatos o esa joya que es «Mi tío Oswald». Pero no vamos a hablar de literatura, vamos a hablar de cine. Me pasa que, a lo tonto, a veces hago asociaciones espontáneas de películas. Esta última semana he ido encadenando una serie de películas que han resultado tener bastante que ver entre sí. Y es que al ver al tipo de Drive repartiendo estopa por Los Ángeles, no puede evitar acordarme de otra película que había visto hace tiempo y que me gustó: El Halcón Inglés.

Y me acordaba de El Halcón Inglés porque tiene algún punto en común con Drive. Ambas parecen mirar hacia atrás, a ese género de los 60 de películas de venganza que tan bien ilustraron A quemarropa o Get Carter. Un género cuyo argumento básico venía a ser «tío con malas pulgas y cuentas pendientes la lía parda entre un grupo de gualtrapas que lo infravaloran».

En esta ocasión el tío con malas pulgas es Terence Stamp, un expresidiario que, al salir de la cárcel en Inglaterra, lo primero que hace es plantarse en Los Ángeles para averiguar cómo y por qué ha muerto su hija.

Bonito póster

Una vez allí es sutil, no se deja ver y planea sus acciones con astucia. ¿Qué?… no, hombre, esto no es una partida de ajedrez. Se va comportando como una mala bestia aquí y allá hasta que salta la liebre, que es lo suyo.  Reconozco que la película flojea un poco hacia el final, pero es una revisión muy interesante del tema clásico,  interpretado por Terence Stamp que está estupendo y por un Peter Fonda con una pincelada de autocrítica.

Dirige Steven Soderbergh, que es un hombre que suele hacer cosas interesantes. Y aunque no sea tan cool como Drive, se marcaron el bonito cartel que veis arriba, además de incluír en la banda sonora The Seeker, de The Who. Oh yeah.

Curiosamente, un par de días después de verla, pedí a Sincopada que me recordase una película que me había recomendado hacía unas semanas. Y resultó que era Dead Man’s Shoes. Dirigida por Shane Meadows (el de This is England) y coescrita entre el director y el protagonista, Paddy Considine. Dos tíos bastante interesantes y que ya salieron en mi entrada sobre Sheffield. (Si salir en mi blog no es un sello de calidad quiero recordar que Kissinger tiene el Nobel de la Paz.)

(Se les fue un poco la mano con el cartel, parece La matanza de Texas y tampoco es eso)

Sobre ésta es mejor no desvelar mucho. Sólo diré le da una vuelta más angustiosa a la cuestión y no se deja llevar por el intento de que quede bonito. La venganza te convierte en un monstruo. Saciado pero monstruo, al fin y al cabo. Y no te trae lo que ya no está. Una película dura e intensa – quizá hasta demasiado intensa por parte de Considine – de las que te dejan con mal cuerpo.

Curiosamente, lo que me llevó a la asociación con la siguiente película es la pinta del protagonista, pero resulta que ambas películas tienen bastante más que eso en común. La película es  I’ll sleep when I’m dead, en España titulada «Fuera de Control», siguiendo esa tradición de cargarse buenos títulos y cambiarlos por títulos anodinos. La cosa va de un ex-gangster (un Clive Owen en sus comienzos), que vuelve a Londres a ajustarle las cuentas a Malcolm McDowell.

Y no es sólo que el asunto vaya de hermanos, prestad atención a la comparativa de pintas entre Considine y Owen:

No te metas con el hermano de alguien que lleva parka militar y barba, o acabarás echando las tripas por la boca, motherfucker... (Carlos, no te confíes mucho en esta norma, que la parka la tengo, pero me afeité ayer)

 

Una buena película, con lo que se le pide al género y con un Clive Owen luciendo cara pétrea y mucha mala leche.

 Al repasar los datos de esta última, me encuentro con que el director es Mike Hodges, el cual, casualmente, es también el director de la ya mencionada Get Carter. Con lo cual cierro este post con una coda al segundo párrafo, encajando todo el puzle sideral, en un ejemplo -más- de pura maestría bloguera.

 Y dejándoos unas recomendaciones de películas con ingleses en modo vengativo motherfucker que os harán pasar un buen rato. ¿Pero qué les ponen en el té a estos tíos…?

Harakiri de Masaki Kobayashi

Un ronin (samurai sin amo) se presenta en la mansión de un clan para solicitarles el realizar la ceremonia del harakiri (o seppuku) en sus dependencias. El jefe de la mansión habla con él y le cuenta la historia de un joven ronin que tomó la misma decisión, un tiempo atrás.

Así es como comienza una gran película de cuyo argumento no quiero dar más datos, porque estropearía la experiencia de verla. Y es que gran parte del encanto de esta película reside en cómo se va desentrelazando la historia, cómo vamos descubriendo las intenciones reales del protagonista.

Es una película de samurais en la que se habla mucho más que lo que se combate y en la que los samurais no están vistos a través de una lente mitificadora. Donde hay poder, hay corrupción. Donde hay jerarquía hay obediencia ciega. Y donde hay conductas vergonzantes, hay mentiras. Y frente a todo eso, un ronin, con su dignidad, una historia que contar y un par de espadas.

Tatsuya Nakadai en «Harakiri» (1962)

Recomendada al 100%.

 
Nota: En Sospechosos Habituales «Kobayashi» era uno de los términos de la historia de Kevin Spacey. Viendo esta película – y la forma en que se desarrolla la narración – no es de extrañar el guiño.
Nota2: Yo conseguí la película viajando a Japón, liándome con una geisha que conocía a un tío que conocía a otro que tenía las llaves de un almacén donde había una copia en 35 milímetros. Y me la traje en una lata, en avión. Pero como en Barajas me perdieron el equipaje, al final la bajé de aquí.

Drive – Un truño muy cool

Poster de la película. Atención a la tipografía ochentera

He aquí una película que lo tenía todo, todo, para gustarme. Me gusta la serie negra, me encantan los personajes de «chófer» del crimen, las persecuciones, los muscle cars. Salen Brian Cranston (el Walter White de Breaking Bad) y Ron Perlman, (entre otros muchos papeles, el jefe de los Samcro o Hell Boy). Y estáis leyendo el blog de alguien que para estrenar la radio de su nuevo coche se llevó la banda sonora de Bullit.

Pero pese a todo eso, a que la historia tiene su parte simpática, a que el personaje principal cae bien, señoras y señores, la película es un truño. Y sí, ya sé que la están poniendo muy bien. Y que rottentomatoes le da un 93%. Pero también se lo da a Mission: Impossible Ghost Protocol. Así que, queridos, queridas, fiáos de vuestro tito Seft que os quiere bien: Drive es un truño.

El problema básico que tiene la película ya lo adelanto en el título. La búsqueda de lo «cool» es tan premeditada, tan buscada, que se les ha olvidado que aparte, había que hacer una película. No soy de los que buscan verosimilitud en las películas. Estoy dispuesto a tener tragaderas de cabra, si hace falta, siempre que sea por una buena causa. Y que todo sea muy «guay» no es una buena causa.

Eso sí, es muy guay. Todo. El edificio del tío, cutre pero guay, lo mismo que su hortera  pero graciosa chaqueta del escorpión. Es tan cool todo, que hasta su coche es… un muscle car medianillo y tirando a feo. Porque sacarlo con un Mustang precioso sería una obviedad – en esto estamos de acuerdo -, así que sale con un coche feo con encanto, un Chevrolet Chevelle. Es decir, que es tan cool que hasta pasa de ser cool. Y se pasa al lado uncool. Con una elegancia que, en sí, es ultramegacool. (Rezo, rezo para que algún día Arturo Pérez Reverte lea este párrafo.)

¿A qué me refería con el tema de la verosimilitud? Este muchacho, al que aparentemente le falta un hervor, y que está en forma, sin más,  cuando vienen mal dadas, resulta ser una máquina de matar. Pero no a tiros, que es una ordinariez. No, este mecánico y piloto resulta ser además un asesino de lo más creativo. Y no mata patitos, no, se va cepillando asesinos de la mafia de dos en dos si hace falta. A mano limpia. Y por supuesto (como odio, ODIO esto en las películas), rechaza hacerse con ningún arma. Ni siquiera la de cualquier cadáver de los que va dejando a su paso. ¿Para qué, cuando te puedes cargar a la gente a base de ataques de cool y autoconfianza?

La trama que tiene es mínima y está curiosamente mal explicada, además. (Defecto que le une a Bullit, por cierto). Hay coincidencias de esas que chirrían más que los frenos de los coches en las persecuciones. «Mala suerte» lo llaman en la película, guionisa huevazos, lo suelo llamar yo. No hay ninguna sorpresa en ningún momento de la película. Porque sorprenderse es uncool, y le salen a uno arrugas. Y las persecuciones -dos- tampoco son para tirar cohetes.

Estéticamente está muy lograda: toda la película podría ser un anuncio de colonia. Salvo, eso sí, los estallidos de violencia brutal e inesperada, con la sangre que ello conlleva. Pero la sangre no importa, como bien demuestra el protagonista. Porque cuando eres cool puedes pasearte por Los Ángeles con una chaqueta blanca empapada de sangre, sin que nadie te detenga ni se extrañe.

Se ha alabado también la interpretación de Ryan Gosling. Es posible que sea una buena interpretación, desde luego te quedas con ella. Pero aviso: el protagonista tiene dos caras, y cuando no usa una es que está usando la otra. La primera es ésta:

Y la segunda es ésta, más o menos:

"Milana bonita..."

Que es con la que muestra su interés romántico por la muchacha de la peli. Una sonrisilla que, (con permiso de Eva Mendes, que es la pareja de Ryan Gosling en la vida real), la mayoría identificamos con la sonrisa del tonto del pueblo de toda la vida. Esa que antecede a «nnséñame lah tetah» o al «¿qué hah comío?…» Lo cual añade un punto de interés psicológico a la película, al comprobar en tus propias carnes que un tío al que le falta un hervor puede resultar muy tierno y al tiempo muy -sí, otra vez- cool.

En cualquier caso, no me gustaría quitarle a nadie de la cabeza la idea de verla. Se ve con agrado, igual que se ven con agrado los anuncios bonitos. Pero espero, por favor, que no sea cierto eso que dicen de que ésta es la película de la temporada. Porque estaríamos apañados…

Ps: El director es Nicolas Winding Refn, que parece uno de esos nombres que te inventas cuando no sabes qué decir. Y luego toses.

Esta noche he vuelto a Manderley…

Perdón por la obviedad del título para hablar de la película Rebeca. Pero yo es que cuando tengo algo a huevo, aprovecho. Por eso no me invitan a la mansión Playboy.

Pues sí, esta noche ha caído otra vez, Rebeca, de Alfred Hitchcock. Una película que permanecerá en la memoria de todos, no por los protagonistas, ni probablemente por el argumento, sino por uno de los personajes: el Ama de llaves.

Vista hoy, a la película se le notan los años. Las interpretaciones no son gran cosa: Joan Fontaine sufre, que es lo suyo, Laurence Olivier sale más guapo de lo que uno lo recordaba y George Sanders despliega estilo y cinismo, una vez más, como pocos han podido hacerlo en la historia del cine.

Pero queda, claro, Judith Anderson, la siniestra y enloquecida Señora Danvers:

Adivinen cuál de las dos es la mala

Y aquí está el meollo de la cuestión. Su interpretación está pasada de rosca y de tiempo. Y a quienes hemos visto los Mundo Viejunos de Muchachada Nui, nos invade a cada rato la tentación de hacerle un doblaje alternativo. Me costaría decir que es una interpretación «buena».

Y sin embargo, está esa escena. La mejor escena de toda la película, cuando la pérfida Danvers le enseña por fin a la protagonista la habitación de Rebeca. Y se deleita en explicarle las rutinas de la antigua señora de Manderley. Y en mostrar los trajes. Se frota la manga del abrigo de piel en la mejilla, para comprobar – una vez más – lo suave que es. Y luego le muestra el fino tejido del camisón a la pobre pazguata de Joan Fontaine, que ya va que necesita sales, diciendo «mire… mire cómo se transparenta mi mano». Y Joan Fontaine comprende – y nosotros con ella – el horror en que se ha metido. Que esa fascinación insana de la ama de llaves hacia Rebeca es inextinguible, que tiene mucho de enamoramiento imposible, y que no va a acabar bien de ninguna de las maneras.

Y es en esa escena donde toda la interpretación envarada y excesiva de Judith Anderson cobra sentido, y de paso, toda la película. Que es, por si alguna duda le quedaba a alguien, una gran película, con todos los defectos que uno le pueda buscar ahora, 70 años después de su rodaje.

Cotilleando en la wikipedia, me entero de que a Laurence Olivier no le gustó que eligieran a Joan Fontaine, puesto que prefería a su mujer, Vivien Leigh,  para el papel. Así que trató a la pobre Joan a patadas. Y por otra parte, el cabronazo retorcido de Hitchcock convenció a la Fontaine de que nadie en el equipo la tragaba, para que se sintiera más desvalida e interpretase mejor al personaje. (Aparte de por el gusto que le daría, en sí misma, la idea de mortificar a una mujer guapa.)

De todos modos, no sintamos demasiada pena por Joan Fontaine. Aunque fuese una actriz especializada en papeles de mosquita muerta (véase Carta de una desconocida), al igual que su hermana, Olivia de Havilland, ambas dos deben de ser un par de brujas de cuidado. Y sí, digo «deben de ser» porque a fecha de hoy, y rozando ambas los 100 años, siguen vivas. Y brujas porque se odian, y porque, que se sepa, tras muchos roces y rivalidades, no se hablan entre ellas desde los años 70. Que tiene tela.

Lo cual valida un argumento de una buena amiga, Susana, que siempre dice que no te puedes fiar de las «Melanias» (por el papel de la Havilland en Lo que el viento se llevó).

Ps: Saludos a la contadina, que habrá venido hasta aquí atraida por la referencia a Manderley 😉

Dawes – When my time comes

Un video de lo más simpático. La canción es buena y es todo él un guiño a «La leyenda del indomable», huevos duros incluidos. Me encanta, en el video, y en varias de las películas de este subgénero, el momento en que el canijo tiene que cavar y el resto sólo puede solidarizarse mirando.

El comienzo de «Desayuno con diamantes»

Siguiendo con la semana moñas en Seftonia, (véase post anterior), me he visto esta noche Desayuno con Diamantes.

Recordaba de esta película la fiesta, con Villalonga de por medio, la compra barata en Tiffany’s y el final (ya sabéis, el gato, las gabardinas, la lluvia).

Lo que no recordaba era lo bien que empieza esta película, con el Moonriver, un Nueva York desierto y la sinsustancia de Holly Golightly tomándose el desayuno ante el escaparate de Tiffany’s. No por las joyas, como aclara luego, sino porque es un sitio en el que siente que no le puede pasar nada malo.

Prometo dedicar la semana que viene a la ultraviolencia, al porno, o a ambas cosas. Ay Sefton, con lo que tú has sido…

The Basterds en el Doré

Ayer me pegué un lujete cinéfilo: ver Malditos Bastardos en el cine Doré. Para quien no conozca el Doré, es la sede de la Filmoteca Nacional, y un cine maravilloso en el que, por dos euros, en pleno centro de Madrid, uno puede ver maravillas, rarezas, clásicos y películas con interés especial.

El Doré es un lugar entrañable para todos los cinéfilos de la capital, que te hace recuperar el placer de ir al cine. Ese rito de pagar tu entrada y sentarte a esperar a que se abra el teloncillo mientras echas un vistazo al personal que va entrando. 

Llamadme snob, pero no es lo mismo reproducir ese rito en un multicine de las afueras, a donde has tenido que llegar en coche, que pasear por el centro de Madrid y encontrarte con esto:

EL Doré, antiguamente conocido como El Palacio de las Pipas

 Más aún, cuando la sala a la que entras es tal que así:

"Ladrón de bicicletas", en el Doré
 
Por todo eso, el Doré era el cine perfecto para ver una película que supura cinefilia y homenajes por los poros, como es Malditos Bastardos. Y sin pretender destripar a nadie el final, sólo diré que las últimas escenas generaban una cierta inquietud, sentados como estábamos, en otro viejo y bonito cine con palcos. O eso o que yo soy como un crío y me sugestiono, que también puede ser.
 
Resumiendo, si no habéis visto Malditos Bastardos, ya va siendo hora, si no habéis ido al Doré, aprovechad alguna visita a Madrid para ello. (Si sois de Madrid y nunca habéis ido, no tenéis perdón de Dios). Y os dejo con el trailer de los Inglourious Basterds, y con el discurso de Aldo Raine. «… and I want my scalps!»
 
 
Lt. Aldo Raine: My name is Lt. Aldo Raine and I’m putting together a special team, and I need me eight soldiers. Eight Jewish-American soldiers. Now, y’all might’ve heard rumors about the armada happening soon. Well, we’ll be leaving a little earlier. We’re gonna be dropped into France, dressed as civilians. And once we’re in enemy territory, as a bushwhackin’ guerrilla army, we’re gonna be doin’ one thing and one thing only… killin’ Nazis. Now, I don’t know about y’all, but I sure as hell didn’t come down from the goddamn Smoky Mountains, cross five thousand miles of water, fight my way through half of Sicily and jump out of a fuckin’ air-o-plane to teach the Nazis lessons in humanity. Nazi ain’t got no humanity. They’re the foot soldiers of a Jew-hatin’, mass murderin’ maniac and they need to be dee-stroyed. That’s why any and every every son of a bitch we find wearin’ a Nazi uniform, they’re gonna die. Now, I’m the direct descendant of the mountain man Jim Bridger. That means I got a little Injun in me. And our battle plan will be that of an Apache resistance. We will be cruel to the Germans, and through our cruelty they will know who we are. And they will find the evidence of our cruelty in the disemboweled, dismembered, and disfigured bodies of their brothers we leave behind us. And the German won’t not be able to help themselves but to imagine the cruelty their brothers endured at our hands, and our boot heels, and the edge of our knives. And the German will be sickened by us, and the German will talk about us, and the German will fear us. And when the German closes their eyes at night and they’re tortured by their subconscious for the evil they have done, it will be with thoughts of us they are tortured with. Sound good?
The Basterds: YES, SIR!
Lt. Aldo Raine: That’s what I like to hear. But I got a word of warning for all you would-be warriors. When you join my command, you take on debit. A debit you owe me personally. Each and every man under my command owes me one hundred Nazi scalps. And I want my scalps. And all y’all will git me one hundred Nazi scalps, taken from the heads of one hundred dead Nazis. Or you will die tryin’.
 
Ps1: Por cierto, la programación del Doré se puede consultar aquí  , para que vayáis con el plan ya hecho.
Ps2: Besos para Silvia, una estupenda compi de Doré. (Guillermos, Natalia, Ione, Susana, venga al Doré, hombre ya…)

Bienvenidos a Sheffield

Sheffield es una ciudad y municipio metropolitano perteneciente al condado de South Yorkshire, Inglaterra. Según el censo de 2008, su población es de 534.500 habitantes  aproximadamente. Es además muy activa debido a su numerosa comunidad de estudiantes (cuenta con varias universidades) y su comercio. Su ubicación geográfica es latitud 53°23’N y longitud 1°28’O.

 Eso es lo que dice la Wikipedia de esta localidad inglesa. Y si uno sigue un poco más abajo, verá que en la sección de música, señala que es la ciudad de origen de los Def Leppard (pues vale), de Joe Cocker, y también de los Pulp y de los Arctic Monkeys. Y aún se dejan a un caballero elegante, de voz suave y maneras de crooner, que tiene algo que ver con las dos bandas anteriores: Richard Hawley.

Por aclararlo, Pulp era la banda de Jarvis Cocker, que no tiene nada que ver con Joe Cocker, pero sí con Richard Hawley, ya que éste último es amigo de Jarvis y fue guitarrista en alguna temporada de Pulp. Y Hawley se ha declarado luego fan de los Arctic Monkeys, llegando a tocar con ellos. ¿Ven la línea?. Y todo en Sheffield.

Así que empecemos a repartir videos, que es de lo que se trataba. Aquí el «Babies» de Pulp.

El asunto va de dos hermanas y de la adolescencia, y de cosas raras como meterse en un armario a mirar qué hace la mayor con los novios que se trae a casa. Al final, la pequeña pilla al prota con la mayor en la cama. Pero, eh, «I only went with her ‘cos she looks like you». Lógica aplastante.

Y ahora el «Common People». El grupo catalán Manel hizo una versión con la que consiguió quitarle la gracia, la ironía y la potencia. Todo un logro. (Eso sí, cuidado con decirlo en círculos indies, que la versión de Manel fue recibida por algunos como si fuese el Ciudadano Kane del rock and roll).

Pasemos a Richard Hawley. Tras su paso por Pulp, (unos años de vida loca que casi lo llevan a la tumba), resurgió de sus cenizas en solitario, dedicándose a unos terrenos entre los crooners de toda la vida, el rockabilly elegante y los leopardos de lounge bar.

Aquí Serious.

Y aquí «Hotel Room», que no es la canción romántica que parece, sino que habla de una decadente noche en compañía de malas sustancias. Sí, eso de «here in my arms» es más literal de lo que aparenta. (Ay Richard, qué mala vida.)

 Y pasemos a los Arctic Monkeys. Nada que decir sobre ellos, una cantidad de talento y energía y madurez que resultan casi insultantes, dada la juventud de estos mocosos. Y aquí el Fluorescent Adolescent, en un video que parece sacado de la pesadilla de alguien. Payasos contra gangsters… fight!

 Otro, el Brainstorm, esa canción por la que deberían darle al batería una paga extra:

 ¿Y la relación con Hawley? ¿esos aporrabaterías tienen algo que ver con ese señor del tupé? Pues sí, admiración mutua, amistad y hasta influencias. Aquí, Alex Turner – el cantante de los Arctic Monkeys- cantando, apoyado por Hawley «The only ones who know». Que, siendo un tema de Arctic Monkeys, suena, incluso en el original, muy «a lo Hawley».

Y ya está. Bueno, no, es que hay más conexiones. Shane Meadows (el director de esa preciosa película que es This is England) dirigió el videoclip «Serious» de Hawley, ése que está unas líneas más arriba. En This is England aparecía Stephen Graham (el actor que hacía de Tommy en Snatch y de Al Capone en Boardwalk Empire). Y que también es el payaso que protagoniza el videoclip de Fluorescent Adolescent. ¿Casualidad? Puede. Pero es que Paddy Considine (el actor de In America y Bosque de Sombras), que también ha trabajado a las órdenes de su amigo Shane Meadows en varias ocasiones… protagoniza y dirige este otro videoclip de los Arctic Monkeys con el que me despido.

Sheffield, oigan, lo que da de sí. O como diría el Gran Wyoming en sus tiempos de CQC: «Todo encaja, como un puzzle sideral».

La Puerta del Cielo, un hermoso desastre.

La puerta del cielo, de Michael Cimino, será recordada por el tremendo fiasco económico que supuso su rodaje. Rodada en 1980, con un presupuesto inicial de 7,5 millones de dólares, que se alargó hasta los 30 millones, hundió la reputación del director, costó el puesto a varios directivos de la United Artists y finalmente acabó con el propio estudio.

El estudio superó la aversión de la época a las películas del Oeste, y aceptó rodar esta historia, basada lejanamente en unos hechos reales. Un grave conflicto que enfrentó a los grandes ganaderos con los pequeños, en Wyoming, a finales del XIX. La asociación de grandes ganaderos contrató a cincuenta asesinos a sueldo, para, (a un precio de 5 dólares por día, más 50 dólares por ganadero eliminado) invadir el Condado de Johnson y eliminar a quienes ellos consideraban “ladrones de ganado”.

Volviendo al rodaje, dicen que los accidentes de avión nunca ocurren por un solo motivo. Han de darse a la vez varios fallos para que uno de esos aparatos se vaya al suelo. Con una catástrofe de las dimensiones de La puerta del cielo, se podría decir lo mismo.

Y todo empieza con una deserción en masa. La de varios ejecutivos de United Artists, que fueron contratados por Orion. Eso provocó que dentro de UA, varios empleados más jóvenes y de menor nivel ascendieran para ocupar las vacantes. Eran los años setenta, y el auge de directores-autores, como Coppola, Scorssesse, Spielberg o George Lucas (a su manera), habían marcado la tendencia de los últimos años.

Así las cosas, a los nuevos directivos de UA les había parecido una buena idea hacerse con Michael Cimino, que venía de ganar 5 oscars con su primera película: El Cazador, entre ellos los de mejor director y mejor película.

Una semana después de la ceremonia de los oscars, Cimino comenzaba el rodaje de La Puerta del Cielo. Puede que las drogas tuviesen algo que ver – hay quien califica el rodaje como una tormenta de nieve – y puede que designar a Joan Carelli como productora fuese también un error, dado que era la novia de Cimino. Sea como fuere, la conjunción de astros se dio y no fue propicia. Cuentan las malas lenguas que cuando llevaban 6 días rodaje ya llevaban 5 días de retraso sobre el plan. Y eso fue sólo el principio.

Después vinieron las malas decisiones, la obsesión por los detalles en la ambientación y un director que no aceptaba consejos. Por ejemplo, en cierto momento consideró que la calle que habían construído para la película no era suficientemente ancha. Indicó a los técnicos de decorados que había que tirar a bajo los dos lados de la calle, y volver a construir cada uno, unos 3 metros más atrás. Un técnico le indicó que lo lógico era tirar sólo uno y desplazarlo 6 metros,  dejando el otro lado de la calle donde estaba. Cimino se negó, y la factura de esa decisión ascendió a 500.000 dólares. Suma y sigue.

Tras terminar el rodaje, con 6 meses de retraso y 20 millones por encima de lo presupuestado, Cimino quiso rodar un prólogo y un epílogo. Para el prólogo necesitaba rodar en Harvard, pero no consiguió el permiso de las autoridades académicas, permiso que también le negaron en Yale. Así que pensó… ¿y por qué no Oxford?. Y, por increíble que parezca, el estudio aceptó. Así que trasladaron a Inglaterra el rodaje, con gran cantidad de extras contratados entre los propios estudiantes de Oxford, que se declararon en huelga dos veces en diez días. Este rodaje también requirió cortar un enorme árbol para replantarlo en el interior de uno de los patios de la universidad. Y aún quedaba el epílogo, para el que hubo que alquilar un velero, rodar durante otra semana y gastarse un millón de dólares más.

(En este video está gran parte del prólogo. Mi consejo es que veáis la película complea, lo pongo para que  sirva de aperitivo.)

A estas alturas, es de imaginar que los directivos de la UA habían cambiado ya hace tiempo la coca por la tila en vena. Tras 4 meses de edición, para sacar algo con sentido de las más de 500 horas de material rodado (no se me ha ido el dedo: quinientas), Cimino mostró a los ejecutivos una película con una duración de 5 horas y media.

El estudio, lógicamente, presionó, ya que, no sólo era absurdamente larga, sino que además, según parece, resultaba muy lenta. Y Cimino accedió a recortar el metraje. Dos meses más en la sala de edición y la película se quedó en 3 horas y 45 minutos.

Y ésta fue la película que estrenaron. Y la película que los críticos destrozaron, por considerarla, todavía, lenta y plomiza. Cimino volvió a editarla, y acabaron con una versión de 2 horas y media.

Sin embargo, ya era tarde. Las noticias del desastroso rodaje y las primeras impresiones de la crítica destruyeron toda posibilidad de éxito en taquilla. Fue un fracaso rotundo. El director de UA dimitió, así como el jefe de producción y 4 ejecutivos más. Y al poco tiempo, la UA fue vendida en su totalidad a MGM.

Desde entonces, “La puerta del cielo” aparece en las pesadillas de todo productor que afronte hacer una película. Si la Segunda Guerra Mundial provocó la creación de la ONU, para “evitar que algo así vuelva a suceder”, con menos burocracia, los estudios tomaron decisiones parecidas. Se acabó el cheque en blanco a los directores de prestigio. Y es triste tener que admitirlo, pero visto el resultado económico de La Puerta del Cielo, es difícil culparles.

Pero aún queda algo, la película. ¿Realmente es tan mala como dijeron los críticos? ¿Tan mala como para aparecer en el sexto puesto de las peores películas de la historia, según los lectores de la revista Empire?

No. Ni de lejos. Para nada. Habiendo visto la versión de dos horas y media, a uno se le queda un sabor agridulce. Desde luego, fue un error tremendo y absurdo rodarla con vistas a una edición final de más de cinco horas. La consecuencia inevitable es que, veas lo que veas, no dispones más que de la mitad de las piezas del puzzle. Ver la versión de dos horas y media es como ver los restos de un naufragio. Eso sí, de un barco precioso. El prólogo, rodado en Oxford, es una maravilla. El vals de ese prólogo (sí, con el dichoso árbol en medio) y el baile de los patines son de las mejores escenas de baile que se han hecho. Los actores cumplen con creces, la historia es interesante. La calidad técnica de la película es indiscutible.

Quizá hoy en día el planteamiento habría sido diferente. Incluso se podría haber alargado, y haber sido una estupenda serie de una temporada, como las que se hacen ahora. Así el final sería menos atropellado, se daría más desarrollo a personajes y subtramas que lo merecen, como explicar mejor el conflicto que da pie a la historia, o ahondar en la relación de Kristofferson con John Hurt. Elementos que, en la edición de 2 horas y media, quedan en el aire.

Quedo a la espera de ver las versiones más largas de esta película, al menos la de 3 horas y 45 minutos. Con sus requeridos intermedios, desde luego. Esta película acabó con un estudio (como estudio independiente) y le costó el puesto a varias personas. El mal ya está hecho, así que al menos, disfrutemos de lo que la alucinada mente de Cimino nos había preparado.

**Nota: Mucha de la información de esta entrada proviene del libro «¡Este rodaje es la guerra», escrito por Juan Tejero. Libro muy recomendable, que recoge historias de rodajes desastrosos y que se puede comprar aquí, por ejemplo. Gracias, María, por regalármelo.