No es que haya vuelto de cenar en un chino con ardor de estómago. Ni de ningún otro tipo de local oriental con ningún otro tipo de picor o molestia. No, hablamos de cine. Y en el cine, hay veces que hay que dosificarse, decir que no cuando sientes que ya todo te entra. Tener más cabeza que la que yo tuve, cuando ví que estaba disponible para descarga una película temprana de Kurosawa, titulada: «Los hombres que caminan sobre la cola del tigre».
Diré en mi defensa que el título mola, que el cartel mola y que a mí Kurosawa me gusta. (Y si os fijáis bien, el actor que aparece arriba, el primero de los recuadritos pequeños, se parece a Boris Izaguirre. Bueno, eso sería motivo para no verla, si acaso, pero yo ya iba envalentonado.)
Para empezar, a uno le hace sospechar que una película dure 60 minutos. Bueno, si fuera de Mifune, a Mifune le da tiempo a cargarse a 180 japos en ese rato, pero es que no sale Mifune. Y aquí os voy a destripar la película alegremente, porque es esencial para que comprendáis por qué no debéis verla.
Básicamente la película tiene 3 escenas.
1.- El antes: Un grupo de guerreros que acompañan a su jefe, disfrazados todos ellos de monjes, discuten cómo van a pasar un puesto fronterizo. Con ellos viaja un porteador graciosete, que hace muchas muecas, y que en principio no está en el ajo. Se nos hace saber que en el puesto van a estar especialmente atentos a cazarles a ellos. (Nadie mata a nadie aquí) (20 minutos)
2.- El durante: Todos ellos llegan al puesto, donde son interrogados por Boris Izaguirre y otro tío con cara de malo. (No es malo, lo que pasa es que no es tonto). Hablan y hablan. Y debe de ser, en japonés, un diálogo ingeniosísimo. En los subtítulos no. Es una chorrada. Pero ahí se van 25 minutos. Tras un tira de afloja en plan «¿pero de verdad sois monjes?» «que sí que somos» «¿y ese lazo que lleváis?» «es el de la suprema chorriflautada zen, lo llevan todos los de nuestra orden» «osti tú, que son monjes de verdad» «si te lo he dicho, tolay» y muchas muecas del personaje gracioso, les dejan irse. Y como sabemos sumar, vemos que llevamos 45 minutos de una película de 60… y no sólo no ha palmado nadie, sino que… no ha pasado nada.
3.- El después. Aquí uno se frota las manos, porque piensa «hay espadas, es de Kurosawa, falta un cuarto de hora, aquí va a haber un ratio de destripe por minuto brutal». Y tras un par de diálogos chorras (y unas cuantas muecas más del gracioso, del cual lo único que me podría hacer gracia es que le diagnosticaran un cáncer) aparecen unos soldados del puesto fronterizo. «¡Já!»- piensas – «Aquí se lía, no les ha colado lo de los monjes, vienen a montar la de San Quintín» (la de San Quintón no, que quedan sólo 10 minutos y no cabría). Y dicen los del puesto: «Nuestro jefe quiere disculparse por haberles entretenido, y les ofrece sake como compensación.» Y claro, ya le gritas a la pantalla «Que no son monjes, ¡idiotas!, que son los que teníais que detener… ¡sacad las espadas hombre!» Y sacan… el sake. Y el prota bebe. Y bebe más. Y más. Y se coge una cogorza de cuidado. El gracioso baila. El prota canta. Todos duermen. El gracioso idiota se despierta unas horas más tarde, al lado del camino – lamentablemente, vivo – y ve que los falsos monjes se han ido. Sin despedirse ni matarle, que falta hacía, y dejándole algo – que no se ve muy bien lo que es – como muestra de aprecio, o de agradecimiento.
¡Y SE TERMINA LA PELI!
Momento en que uno, discretamente, se pone a buscar la cámara oculta por los rincones de la habitación. Pero no, la peli es así, es exactamente eso. Aunque tiene una cierta explicación.
Esto que cuenta la película, es en realidad un episodio de un par de personajes históricos : Benkei y Yoshitsune . Os contaría la historia de ambos, pero para algo he puesto el enlace a la wikipedia. Pongamos que para los japoneses sean algo así como El Cid. Y este episodio está basado en una obra kabuki, a su vez basada en una obra Noh (drama musical japonés). Así que cuando uno está esperando que «pase algo», un japonés está viendo una historieta que ya se sabe de memoria, y le da lo mismo que pase o que no pase nada, porque él está a apreciar los matices de esta enésima versión de la historietilla de marras que ya ha oído mil quinientas veces. (Y encima en japonés).
Vamos, que no es para cualquiera de nosotros. Así lo han entendido los que hablan de ella en filmaffinity y que vienen a decir lo mismo que yo aquí. En otras palabras, y parafraseando al entrañable Gandalf…